A finales de la Edad Media, entre mitad del siglo XIII y el primer tercio del XIV, las tierras valencianas acogieron a una de las últimas poblaciones de cátaros de Europa. Fue uno de los mayores exilios europeos en el que los cátaros huían de los inquisidores franceses, que pretendían exterminarlos por considerarlos herejes, dada sus creencias cristianas heréticas.

Fueron unos caminos de peregrinación y de exilio por donde se desplazaron, desde el sur de Francia, desde Occitania a las nuevas tierras conquistadas por el rey Jaime I, cuyo padre había muerto en la famosa batalla de Muret, por defender los derechos de vasallaje y a su población, en gran parte creyentes cátaros. A partir de ese momento, una gran expansión económica se dirigió hacia el sur del Ebro y el norte de Valencia, donde muchos de sus pueblos se convirtieron en importantes refugios cátaros, en las que convivieron con cristianos nuevos y viejos, moriscos y judíos.

Esta ruta desde Occitania a Valencia utilizó las históricas calzadas romanas, caminos medievales y, sobre todo, los caminos ganaderos de trashumancia, generando una influencia occitana en el arte, la música, el comercio, la artesanía y en la expansión comercial y cultural con una lengua muy similar.

Muchas poblaciones valencianas fueron refugio de aquellos buenos hombres que vivieron aquí en relativa calma y legaron su huella cultural y espiritual. Siguiendo la ruta camins dels càtars podremos contemplar los mismos paisajes y monumentos y quizás, también oiremos el murmullo de su historia singular.

Quien no recuerda la historia se ve obligado a repetirla. Esta ruta pretende aflorar una historia que ha quedado oculta durante muchos siglos y que une territorios y regiones, separadas por muchas fronteras, pero vinculados por su legado cultural ancestral a través de sus caminos históricos que todavía perduran en el territorio y en su ancestral historia.